martes, 6 de abril de 2010

13, 23, 28

“No hay que entenderlas, hay que quererlas…”

Nueva York, algún 14 de febrero; algún hotel boutique con temática setentera. En una habitación pelean por la falta de comunicación, en la contigua por las celosas ideas de ella. Ambas salieron y como bien sabemos se convierten en cómplices cuando de diseñadores y quejas de otros hombres se trata. Ellos, se asoman en sus respectivas terrazas, se preguntan si están teniendo un San Valentín complicado, ambos asientan, deciden juntarse en una habitación a beber cervezas importadas, al fin, vividores.

Cualquiera pensaría que son un par de amigos de una buena familia que salen con sus respectivas novias a vacacionar, hasta que ellas son las que sacan de la cartera las tarjetas de crédito y ellos se limitan a sonreír. El novio trofeo jamás externara una opinión frente a terceras personas si no es únicamente con una sonrisa. A la escena se une un niño de 13 años. ¿Qué hace un niño de tal edad con un par de gigolós? Mientras beben cervezas de países bálticos y el menor zumos de fruta orgánica por supuesto disertan sobre el ¿porque nunca están contentas las mujeres? Si las conquistas con el físico y proezas sexuales, o con la atención a los detalles y la cultura que solo un hombre letrado y de mundo puede tener. El niñato se aventura a opinar que con jugar perfectamente el deporte de moda y terminar todos los niveles en el video juego en la plataforma en boga y dedicárselos es suficiente para que ellas caigan a sus pies. Los adulto difieren, el de mayor edad entra en conflicto pensando en que con un igual todo es más sencillo, buena cama y limitarse a sonreír es suficiente ¿porque con ellas no basta? El propone salir en parejas, al restaurant más in de la ciudad después de recorrer el MET. El de mediana edad dice que lo mejor será ir a entrenar a la alberca pues se avecina mucha actividad física esta noche, mientras el púber confiesa como rasurarse las piernas para no parecer de mayor edad frente a la competencia de otros especímenes escolares preadolescentes (¿ehhh?) Aunque en su interior piensa que con pasar un par de días sentado frente al televisor jugando Halo III bastara como prueba de amor.

A lo lejos se escuchan las carcajadas del abuelo del niño. Hombre que acota que aun dedicándole la mayor proeza heroica, el mejor orgasmo de su vida, ni manteniendo aquel sex appeal que la conquisto eternamente, ni teniendo la conversación más inteligente ni la atención en todos los detalles en que ella se fijaría por más mínimos que parezcan ellas será felices. Siempre habrá un pelo en la sopa por el cual reclamar. Mientras ellas llegan de su paseo por la 5ª avenida cargadas de bolsas esbozando sendas sonrisas. Mientras yo en el sillón llego a la conclusión que los hombres no están tan alejados de la mentalidad femenina como se pudiera pensar y me limito a beber mi cerveza y seguir como espectador de la locura de la gente…

1 comentario:

RNST dijo...

ya se... las edades... 13, 23 y 28... duh! jajajaja buen texto... las zapatillas rojas deben pulirse un poco y pero es buen texto